Saltear al contenido principal

Dios está incompleto sin ti

Dios Está Incompleto Sin Ti

Hace un tiempo me encontré, en Un Curso de Milagros, esta frase: “Dios está incompleto sin ti”, cuando la leí fue como si me hubieran dicho que me había ganado la lotería. La verdad, en ese momento me sentí libre de culpa, completa; libre de ser yo.


A lo largo de la vida he escuchado, con cierta frecuencia, en diferentes contextos y de diferentes personas, que los seres humanos somos imperfectos, incompletos, que nacimos “pecadores” y una cantidad de cosas similares; al adoptar estas perspectivas como ciertas, de una u otra manera, llegué a odiarme y a creer que no merecía estar en el mundo por mi grado de imperfección.

Un día, mi hijo estaba jugando con un balón y le partió la rama a una de las matas que tengo en mi casa, a los pocos días la señora que nos ayuda con el aseo, con la escoba, le partió otra rama a la misma mata. Cuando vi las ramas partidas recordé que mi mamá las ponía en un vaso con agua para que el “piecito” retoñara, así que eso hice.

Un tiempo después estábamos con mi esposo, en la cocina, conversando sobre los miedos y la falta de amor hacia nosotros mismos, de pronto vi el vaso con las ramas, y ¡ya tenían raíces!, inmediatamente recordé la frase “Dios está incompleto sin ti”, le dije: ‘¿Sabes?, tenemos que ocupar nuestro lugar en el mundo para que esté completo… como estas ramas, no han dejado de ser lindas a pesar de que hubo alguien que les dio un balonazo y otra les dio un escobazo, siguen ahí siendo lo que vinieron a ser… plantas; por su puesto necesitaron una mano para continuar después de los golpes (yo hubiera podido echarlas a la basura).’

Somos como las ramas de la historia, nos podemos caer, equivocarnos, incluso fracasar y no por eso somos desechables, siempre hay una posibilidad de retoñar, de volver a empezar. Estamos completos, con todos los recursos para vivir, para servir, para darnos una mano, echar nuevas raíces y levantarnos mutuamente – no estamos solos –. Estamos completos, con todo lo que somos, con nuestra luz y nuestra oscuridad, somos todo y así hacemos que Dios esté completo.

El desafío es poder vernos de una manera diferente, transformar nuestra propia perspectiva y la relación con nosotros mismos, para amarnos y manifestar nuestra esencia, esa parte de Dios que somos, sin importar las circunstancias; en pocas palabras ser libres de ser lo que vinimos a ser.

Por supuesto surgen las preguntas ¿cómo?, ¿qué hacer?, ¿por dónde empezar?, en este camino cada paso cuenta, así que empecemos con pasos sencillos que podemos practicar a diario:

  • Activa tu observador interno, el que mira sin juzgar.
  • Haz un inventario de tus activos personales, cuáles son tus características, tanto las que te gustan como las que no.
  • Identifica qué cosas son importantes para ti, eso que no es negociable y que se vuelven tus principios de vida.
  • Reconoce lo que amas hacer y por lo tanto lo que haces muy bien.
  • Al final del día agradece, todo.

Cuando desarrollamos la capacidad de auto observarnos sin juicios, nos volvemos compasivos con nosotros mismos y con los demás, es como si cambiáramos de gafas para ver más claro; al ver con claridad nos damos la libertad de ser y estar en el mundo como lo que somos.

Y, ¿qué pasó con las ramas?, compré una matera y las sembré, hoy la mata está preciosa; me recuerda cada vez que la veo, que tenemos el derecho y la libertad de ocupar nuestro lugar en el mundo y completar a Dios, porque Dios está incompleto sin ti y sin mí.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver arriba